¿Cómo interrogar lo cotidiano? ¿Cómo hacer una arqueología de ello cuando su elemento más crucial y sutil, dado por descontado, es precisamente que se da por descontado? ¿Cómo cuestionar la domesticidad mediante preguntas triviales, volviéndose extranjero del propio hogar para observarlo como algo que no conocemos pero deseamos comprender?
Investigué mi domesticidad, relacionando con paranoia actos, objetos, rutinas y hábitos que quizás nunca guardaron relación, centrándome en el desorden y la funcionalidad del mobiliario. ¿De dónde proviene la necesidad del orden? ¿Por qué ese absurdo hacer y deshacer; ordenar y desordenar? ¿Por qué, inconscientemente, proyectamos utilidad más allá de la función original de los objetos?
Desde la investigación surgen intenciones y decisiones del proyecto:
La casa revela como el desorden es motor de cambios en su interior. No oculta su estructura ni sus instalaciones; muestra el desorden que ordena las cosas.
Su mobiliario se abstrae a su condición mínima, escapando de ser figuración de una función, permitiendo que lo no planeado ocurra.
Se adapta a las condiciones climáticas. Elevándose del terreno reduce su huella sobre este, facilita los movimientos del viento a través de ella y posibilita un área de cultivo bajo ella.
Construye su relación con el exterior. Se abre hacia el patio interior mediante sistemas de paneles perforados y plegables posibilitando formar un único espacio, y hacia el entorno circundante se resguarda con toldos regulables.
Su espacio habitable es el resultado del cruce de dos geometrías: el hexágono y el triángulo. Esto organiza la casa en tres núcleos interiores en torno a un patio central.
Se levanta con lo justo y necesario, implica una economía que no responde solo a lo monetario, sino que entiende que lo barato puede producir riqueza. Busca en la suficiencia un cierto ascetismo para quien la habita, encontrado ahí su condición de belleza.
CNPP 2023 – Proyecto ganador 2do año