La Serena se vincula con su entorno a través de parques, plazoletas y patios interiores. Estos ordenan, jerarquizan recorridos poniendo en valor los edificios emblemáticos de la ciudad convocando al hombre a habitar el espacio público.
Las exigencias actuales de la arquitectura en la Zona Típica, valorizan el lenguaje de fachadas, relegando la espacialidad interior de la manzana. Por otra parte, la tendencia de ir puerta a puerta utilizando el vehículo, ha convertido el uso del interior del solar en playas de estacionamientos, lo que se traduce en la desvalorización del patio como un espacio arquitectónico patrimonial y de posible uso público, denotando un deterioro tanto físico como programático del Casco Histórico.
Mientras el culto encuentra su lugar en las iglesias, el comercio y turismo en mercados y vitrinas; el arte y el comercio informal encuentran su lugar en ensanches de vereda y plazoletas, adaptándose a la situación de cada espacio. Los equipamientos culturales existentes son insuficientes para apoyar la actual escena cultural de la ciudad.
Este proyecto explora la posibilidad de abrir la manzana hacia la calle, erradicando el uso del automóvil del solar, otorgando al hombre un espacio generoso y lleno de recorridos, para desarrollar su arte.
La fachada se abre introduciendo la calle. Bifurcada, da origen al patio y a la vereda balcón, que une los volúmenes contenedores generando accesos y atajos a modo de galería. Abajo, el zócalo se vacía para generar un espacio continuo, que une tanto las salas de exposición como la biblioteca y la gruta junto a la iglesia. Detrás del escenario, el patio de ensayos se comparte con los patios de los equipamientos vecinos, generando un borde de reunión.
Vacío y altura se conjugan en un espacio que sitúa al hombre como protagonista o espectador de lo que acontece.
CNPT 2016 – Proyecto ganador